sábado, 21 de abril de 2007

Garry Kasparov ya no hará saltar sus caballos por el tablero nunca más. El mejor ajedrecista de la historia ha dicho adiós tras ganar en Linares, el torneo más importante del mundo. Y al igual que otra leyenda, Bobby Fischer, se retira cuando todavía ocupa el primer lugar del ‘ranking' internacional. El trono de quien ha sido conocido como el ‘ogro de Bakú' queda vacío, y nadie se atreve a ocuparlo. El 13 de abril de 1963 un pequeño terremoto sacudió Bakú, la capital de Azerbaiyán. Como si esto fuera un presagio de la agitada vida que le esperaba, ese mismo día nacía allí Garry Kasparov, uno de los mayores campeones de la historia del deporte, que en la última jornada del torneo de Linares anunció su retirada. “A partir de ahora sólo jugaré por diversión, en exhibiciones y partidas rápidas. Nada de ajedrez profesional”, declaró durante la rueda de prensa con la que anunció su despedida, hace ahora un mes. Es difícil comparar los éxitos logrados ante el tablero con los obtenidos en cualquier otro deporte, ya que evidentemente el desgaste físico es menor y la carrera de un ajedrecista es mucho más larga que la de cualquier otro deportista de elite. Pero no sería aventurado afirmar que Kasparov es posiblemente el mayor campeón de todos los tiempos, en todos los deportes. Su ajedrez eran tan espectacular como el baloncesto de Michael Jordan; sus éxitos, tan frecuentes e implacables como los de Michael Schumacher; su personalidad polémica pero carismática puede compararse a la de grandes mitos como Maradona o Mohamed Alí. En siete ocasiones disputó con éxito una final por el Campeonato del Mundo de ajedrez. Durante 20 años consecutivos ocupó el primer lugar del ranking de este deporte. Y en multitud de ocasiones se impuso en los torneos internacionales más importantes, aplastando una y otra vez a todos los que intentaban ponerse a su altura. Su superioridad era incluso insultante para sus rivales. Pero todos le admiraban y reconocían su enorme fuerza como jugador, que era fruto de una combinación infalible: talento y trabajo. Garry Kasparov era un científico en su casa, durante los entrenamientos, el estudio y la preparación obsesiva, pero se trasformaba en artista cuando se sentaba frente al tablero. Era una máquina de ganar, y su combustible era la ambición.Anatoli Karpov, su enemigo más odiado y su rival en cinco duelos épicos La vida de Kasparov está estrechamente unida a la de quien fue su predecesor en el trono ajedrecístico: Anatoli Eugenevich Karpov. Ambos se encontraron por primera vez con un tablero de por medio cuando Kasparov tenía tan solo 12 años, en una partida de exhibición que Karpov, como campeón del mundo, ofrecía frente a jóvenes promesas. Y desde el primer contacto saltaron chispas entre ellos.Años más tarde, cuando Kasparov ya se había convertido en el principal candidato para sucederle, su rivalidad alcanzó proporciones épicas. Disputaron un total de cinco duelos por el Campeonato del Mundo que se saldaron siempre con un marcador muy apretado, y se midieron en un total de 176 partidas de competición. Eso suma cientos y cientos de horas sentados cara a cara en tenso silencio, conteniendo el odio que abiertamente y sin ambigüedades declaraban sentir el uno por el otro.Esta enemistad es fácil de comprender teniendo en cuenta lo diferentes que son ambos ajedrecistas. Tanto en su carácter como en su estilo e, incluso, en sus ideas políticas. Kasparov es del sur, tiene un temperamento apasionado, un estilo de juego extremadamente agresivo, y fue uno de los símbolos de la Perestroika en Rusia a mediados de los años 80. Por el contrario, Anatoli Karpov es frío, astuto, calculador, un virtuoso del juego defensivo, y era por entonces uno de los estandartes propagandísticos del régimen comunista. Resulta difícil de imaginar dos personajes más antagónicos, y todas estas diferencias no hacían más que añadir emoción a sus encuentros. Por otra parte, la desmedida ambición de Garry Kasparov saltaba a la vista en cada uno de sus gestos y actitudes. Su actitud enérgica y su mal genio, las miradas furiosas que dirigía a sus rivales, y los tremendos enfados que mostraba cada vez que una victoria se escapaba de sus manos, le hicieron ganarse muchos apodos entre sus colegas ajedrecistas. No es de extrañar que a menudo le llamasen el Ogro de Bakú (su ciudad natal).La pesadilla informática Cuando a mediados de los 90 la informática producía computadoras y programas de juego cada vez más potentes, Kasparov se declaró a sí mismo como “el defensor del orgullo del género humano frente a los avances de la informática”, y se propuso por todos los medios derrotar a las supercomputadoras. Pero el primer revés le llegó en 1996 en Nueva York, cuando Deep Blue, un ordenador experimental desarrollado por IBM, consiguió vencerle en una partida. Kasparov remontó y acabó ganando el encuentro. Pero un año más tarde, el resultado fue distinto. Tras aguantar la embestida del ‘monstruo' y mantener el marcador igualado hasta la jornada decisiva, en la última partida Kasparov sucumbió a la presión, cometió un error de bulto, y Deep Blue fue implacable. El campeón humano abandonó y salió a toda velocidad de la sala con lágrimas en los ojos. LA DESPEDIDA, EN LINARES. No es casualidad que Kasparov haya elegido Linares para anunciar su adiós. No sólo porque es el torneo más prestigioso del mundo, sino también porque en él ha obtenido alguno de los éxitos más importantes de su carrera. De ahí que su emocionado discurso de despedida incluyera unas palabras de agradecimiento a los organizadores y el pueblo de Linares.EL TRECE, SUERTE. A pesar de que el ajedrez es un juego muy racional, Kasparov, como casi todos los grandes campeones, no se libra de las supersticiones. “Tengo predilección por el número 13. Nací el 13 de abril. Soy el 13º campeón mundial. Mi nombre tiene 13 letras. Así que, naturalmente, busco cualquier cosa relacionada con el número 13 para sentirme cómodo”, explica Kasparov.POLÍTICA. Kasparov siempre ha mostrado un gran interés por la política de su país, y en todas las campañas electorales ha apoyado a uno u otro candidato. Pero en los últimos años se ha involucrado más aún, e incluso preside un partido político que tiene la ambición de desbancar a Vladimir Putin del poder.APOYO. En las grandes citas, como Linares o los campeonatos del mundo, era frecuente ver al gran campeón acompañado 24 horas al día por su madre, Klara Kasparova. Siendo huérfano de padre desde los siete años, Kasparov encontró en ella todo el apoyo que necesitaba durante su juventud, y Klara incluso abandonó su trabajo para poder ayudar a su hijo en los comienzos de su carrera, trasladándose a vivir con él en Moscú.David Llada.-